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EL MÉTODO FENOMENOLÓGICO
Es
Kant quien parece indicar que las condiciones de la objetividad son las mismas
que las condiciones de la subjetividad. Dirá que lo subjetivo se da en las
categorías de espacio y de tiempo, igual que las objetivas. A su vez, con
Hermes Trimegisto, se nos indica “igual que es adentro, es afuera”. No es el
interés ver en qué contexto tanto Kant como Trimegisto harán esas
aseveraciones, si es que las hacen, pero sí lo es, de cara a nuestro estudio,
ver la posibilidad de encontrar en nuestro siquismo, nuestra conciencia, las
respuestas a las preguntas que nos hacemos sobre nosotros mismos y sobre el
mundo.
Edmund
Husserl propondrá su método fenomenológico[1] como método capaz de satisfacer tales requisitos. Y acá la primera dificultad…
porque todavía quedan 50.000 textos inéditos en la universidad de Lovaina del
filósofo por traducir y sin publicar. Y porque Heidegger, entre otros, hará
ampliaciones y correcciones a dicho método.
Rescatamos
tres momentos en dicho método: Epojé, reducción eidética y reducción
trascendental. Y trataremos de darles luz, no apelando a los textos de los
filósofos[2] sino
a nuestra propia experiencia con dicho método, tratando de resolver los
problemas teóricos que se nos vayan presenciando.
Cuando
se habla de epojé, nos hablan de un “poner el mundo entre paréntesis”[3],
nos hablan de una mirada no ingenua, no “natural”. Y se nos genera el primer
problema. Porque si yo miro un paquete de tabaco, y le hago “epojé”, ¿qué es lo
que tengo que quitar que resulte ingenuo?. ¿los colores del paquete de tabaco, el nombre “paquete de
tabaco” ó las creencias que se supone tengo de lo que es un “paquete de
tabaco”?. Porque acá tengo tres estructuras funcionando… la percepción, que me
presenta la forma y los colores, también olores, del paquete de tabaco; la
memoria que me dice que es un “paquete de tabaco”, y la representación que hago
del paquete de tabaco. Y ésta última, me aparece de manera oculta, no evidente.
Es evidente que percibo el paquete de tabaco. Es evidente que lo nombro como
paquete de tabaco, pero no es evidente que lo esté “representando”, que lo esté
imaginando.
Puedo
comprender esto si reflexiono que a mis sentidos en realidad llegan ondas en
forma de luz, ondas en forma de olor, y que en mi siquismo lo “estructuro” y a
esas ondas les doy la “forma” de paquete de tabaco. Pero esta comprensión, a su
vez, me lleva a un nuevo problema… y es que hoy hablaré de “ondas”, ayer
hablaría de “partículas” y mañana se podrá decir otro nombre… y si encima a esa
caída en cuenta de que algo “pongo” de mí me da por llamarle “representación”,
la evidencia de la “representación”, se me escurre entre las manos… no parece
suficiente.
Tenemos
entonces que ver si podemos tener mayor evidencia de eso que “ponemos” y que
llamamos representación. Y para ello, podemos intentar el siguiente ejercicio:
Miramos el paquete de tabaco, tratando de suspender todo juicio sobre dicho
paquete, tratando de suspender toda divagación. Al rato, podemos observar cómo
nuestro punto de vista se interioriza. Antes estaba “perdido” hacia el paquete
de tabaco, y divagando sobre él, ahora me “interiorizo” por el simple hecho de
suspender la divagación sobre el paquete. Mi punto de vista ha pasado de estar
exteriorizado hacia los ojos, para estar más interiorizado hacia el centro de
mi cabeza.
Ahora
procuramos llevar la atención no ya al paquete de tabaco, sino a los ojos que
observan el paquete de tabaco. Y observo, mientras atiendo a mis ojos, cómo el
paquete de tabaco deja de ser “el paquete de tabaco”, para convertirse en un
conjunto de manchas, colores… como el pintor expresionista que, poniendo
atención a sus ojos, no pinta la “figura” que tiene delante, sino los colores,
las texturas…
Lo
mismo hago con el olfato… ya al poner mi atención a mi nariz, aparecen los
matices… los aromas diferenciados… o al oído… ya no es una melodía, ya son
notas… o en situaciones conflictivas en que de repente me siento mal… y mi
atención ya viaja rauda a mi sensación interna… diferenciando mi malestar
interno de aquello que pareciera me causa ese malestar.
Bien…
ahora de mi atención puesta al ojo, poco a poco, la voy llevando al paquete de
tabaco… y hay un momento… en que dejo de ver colores y “veo” “el paquete de
tabaco”. No solo “lo veo”, sino que lo “reconozco” como paquete de tabaco. Hay
un momento en que el aroma dulzón se transforma en ácido aroma de tabaco… etc.
Hago
varias veces esa transición… hasta que aparece… aparece tenue, superponiéndose…
la imagen del paquete de tabaco. No ya “el paquete de tabaco”. No ya el olor a
tabaco, no ya el aroma dulzón… sino la imagen olfativa del “tabaco”.
Bien…
Ahora sí tenemos evidencia de la representación[4].
Y diremos que a esa representación que he accedido, a esas representaciones que
operan sobre los diferentes sentidos, que nos hacen reconocer los diferentes
objetos que tenemos en el mundo, diremos que eso es lo que buscamos con la
“epojé”. Y puedo cerrar los ojitos y “recomponer” en mi siquismo, en mi espacio
mental, a partir de ahora diremos que en mi espacio de representación, puedo
“recomponer” más o menos fidedignamente, puedo “recomponer” el objeto en mi
interioridad. Bien… a esto, y no otra cosa, le llamamos “epojé”.
Tenemos
evidencia de la percepción, tenemos evidencia de la representación. Pero
conceptualmente, hemos “reconocido” el objeto de tabaco. ¿podemos tener evidencia de este reconocimiento, de esta memoria operativa, también?.
Pues sí… y ésta es una diferencia con la fenomenología tradicional, es una
diferencia que tenemos… Para no liarnos, visualizamos
el paquete de tabaco… y mantenemos la imagen… hasta que aparezca otra. Tratando
de “bucear”… en ella… no tanto asociar… mantenemos la imagen, hasta que
aparezca otra imagen. Y vemos si esa imagen que aparece “explica” la anterior…
entonces, veo el paquete de tabaco… y veo a mi amigo fumando… esa no me vale…
veo el paquete de tabaco… y veo a mi padre fumando… vamos mejor… así, por
descarte, puedo ir de imagen a imagen, hacia atrás… hasta que me queda evidente
cuándo vi el paquete de tabaco anteriormente, y puedo retroceder hasta que se
me hace evidente cómo se fue grabando en mi memoria “el paquete de tabaco”.
Hasta que se me hace evidente que toda representación está “formada” por
representaciones anteriores que vienen de memoria. Y esto es interesante… tengo
EVIDENCIA tanto de la representación como del trabajo de memoria. Sin
posibilidad de duda[5].
Y
acá, nuestra visión ingenua del mundo, ha desaparecido… porque lo que entregan
los sentidos, colores, olores, sensaciones, sonidos… es una cosa. Y lo que
entrega conciencia, representaciones, es otra. Porque, aclarémoslo… de memoria
llega otra “imagen”; la representación es una “imagen”. Y lo que maneja en todo
momento mi conciencia son imágenes… siempre son imágenes. Representaciones,
decimos[6].
Entonces,
hacer “epojé”, no es otra cosa que separar aquello que tomo ingenuamente como
realidad, de lo que hace entrega mi conciencia[7a]. [7b].
Para
sintetizar… epojé, es quedarse con las representaciones del objeto percibido,
poniendo al objeto “en sí” entre paréntesis… lo despreciamos. Nos quedamos, en
principio, con lo que conciencia “pone” en el objeto.
Ahora
que ya tenemos al objeto en nuestra conciencia… ahora que tenemos la
representación del objeto en nuestra conciencia, nos interesa saber para qué
pone conciencia en ese objeto imágenes auditivas, cenestésicas, visuales y
olfativas, principalmente. Porque sabemos que todo conocimiento, deriva de los
sentidos… si otros fuesen los sentidos, otros serían los posibles conocimientos.
Y
responderemos, casi a modo de exabrupto: Lo hace para informarnos de su
finalidad, de su forma, de su materialidad y de su origen. Lo que desde antiguo
se llamaba causa final, causa formal, causa material y causa agente.[8a]. [8b]
Bien…
Ya tenemos el “para qué” de los sentidos… y también un montón de información
que nos llega a través de las diferentes representaciones del paquete de
tabaco… El olor nos avisa del “qué” es el tabaco (materia). La vista nos avisa
de su forma… cuadrada, con dibujitos… nos hablan de su “cómo” es el tabaco
(forma). El tacto interno nos manda sensaciones agradables de lo que hará el
cigarrito cuando lo fumemos…(su finalidad, su para
qué) y el ruido que hace en nuestros
dedos, nos ayudan a intuír tal vez “quién” pudo producir ese tabaco (agente).
Y
es lo que conciencia necesita saber del tabaco… y de cualquier cosa. Qué,
quién, cómo y para qué.
Pero
ahora necesitamos bucear en la memoria… ir atrás de cada representación que
entrega nuestro sentido… vamos retrocediendo, retrocediendo, retrocediendo… al
origen del paquete de tabaco… y más atrás, más atrás, hasta que… nada. Y esto
en cada sentido… Acabamos de hacer una perspectiva, que acaba en la nada… Y da
igual de qué percepción (objeto del mundo) partamos… da igual… al bucear, todo
acaba en la nada… Y cuando pierdo la mirada en el horizonte, también hago una
perspectiva… que, como cuando observo las líneas de una carretera perfecta en
el horizonte, acaba en un punto… y más allá, nada. La representación se impone
a la percepción y la perspectiviza… hacia la nada.[9]
¿Y
esto para qué…?. Porque allá en mi futuro, está la muerte. Y no hay
representación, no hay contenido en mi conciencia, que no esté puesta en
perspectiva hacia esa finitud. ¡Por ahora!. Acá vemos
la memoria puesta en perspectiva “en el mundo”.
Y
en sentido inverso, desde la “nada”, vienen las cosas al “ser”. Las cosas
vienen “de la memoria”, “de la nada”, al “ser ahora”. Pero ese “ser ahora”, se
configura en un acto, en una búsqueda… que trata siempre de “ir más allá”, y
que siempre es interceptada por esa memoria, en última instancia por esa
“nadidad”. Esa, y no otra cosa, es el tiempo[10].
Y
aquí una cosa simpática… que es lo que nos interesa para la reducción eidética…
nosotros podemos “quitar”, alternativamente, de nuestra representación, primero
la imagen visual, luego la auditiva, luego la cenestésica, luego la olfativa… y
conciencia las va a “reponer”. ¡No es posible “desactivar” memoria!. Pero… acá va a hacer una gracia conciencia… va a reponer,
de manera proporcionada. El paquete de tabaco así repuesto estará “mejor
ajustado”. Estará proporcionado. Dicho sea de paso, ese es el fundamento de la
proporción áurea.[11]
Esto
y no otra cosa, es la reducción eidética. Suspensión alternativa de las diferentes
representaciones que tengo sobre un mismo objeto mental, y vuelta a aparecer el
objeto mental, ahora proporcionado por conciencia.[12]
¿Sencillito,
verdad?.
Ahora
bien… ¿qué pasará si, después de “proporcionar” el objeto a través de la
reducción eidética, suspendemos no ya alternativamente, sino todas las
representaciones “a la vez”; y si además, “suspendemos” la mirada, el acto
lanzado hacia el objeto mental, tratando de que no opere sobre el objeto?. Si lo consiguiésemos, conciencia nos lo volvería a poner
delante... pero de otra manera. ¿Se manifestaría en el objeto “algo” que,
evidentemente, no sería representación?… para entendernos, “algo” que no es de
este tiempo ni de este espacio. Pero conciencia, daría cuenta rápidamente de
ese “algo” traduciéndolo en el objeto, con elementos de este tiempo y de este
espacio… sería una “ayuda”, un “ir más allá” de la finitud de la proporción
eidética. Sería la reducción trascendental.[13]
Y
esto, y no otra cosa, es lo que entendemos por método fenomenológico.
Y
todo esto se entiende mejor con un ejemplo… la potencia del método
fenomenológico se entiende mejor con un ejemplo.
Las
clases sociales:
Cuando
se habla de clases sociales, hay dos términos: un concepto.[26],
el de clases, en relación con otro concepto, la sociedad.
La
sociedad es el paisaje humano en el que convivimos, de manera amplia. Hablamos
de distintos tipos de sociedades, básicamente atendiendo a su manera de
producción... Entonces, sociedades sería sinónimo de cultura. Cultura es
referido a la manera que tienen los pueblos de producir... no solo
económicamente, sino científicamente, etc.
La
sociedad es en el convivir. Su tiempo es el presente. La cultura tiene como
tiempo el pasado. Todo lo que se ha ido haciendo para llegar a la sociedad en
que vivimos.
La
sociedad se observa en su res-material. La pregunta por la sociedad es por la
sociedad en sí, por cómo se manifiesta en el momento presente. La cultura se
intuye en su res-final. Se observa en la pregunta por su historicidad, por su
pasado.
Hablar
de clases, es hablar de una manera de dividir la sociedad. Es un concepto que
implica un punto de vista y un interés por el que dicho concepto se efectúa[27].
El
interés viene dado por cambiar esa sociedad a la que se dirige el concepto. Su
otro fuera el interés, otro sería el concepto. Si el interés fuese conservar
esa sociedad, el concepto no serían las clases. El concepto de clases implica
un interés revolucionario.
El
punto de vista del concepto clase, es un punto de vista resolutivo. Puesto que
hay gente que lo pasa mal y gente que lo pasa bien, resuelvo cambiar la
sociedad y aplico el concepto clase.
La
relación entre clase y sociedad, queda resuelta entonces como: Para cambiar la
sociedad, se define a los que lo pasan mal y se define a los que lo pasan bien
en esa sociedad en el momento presente.
La
historicidad de esa relación hace que hablemos, en épocas agrícolas, de la
nobleza y la plebe. En épocas industriales, de burguesía y trabajadores. En
épocas de transición a tecnología avanzada (informática y telecomunicaciones),
el concepto se vuelve opaco, se oculta, no se hace trasparente... examinando la
transición entre época agrícola entre agricultura e industria, aparece como
clases en lucha la nobleza y la burguesía. Pero claramente, no son los que lo
pasan mal... es un concepto que no sirve en épocas de transición, porque ahí no
refleja "los que lo pasan mal", revelando la historicidad del
concepto. Es un concepto válido para épocas asentadas, no de transición.
Entonces,
en este momento histórico, el concepto "clase" presenta dificultades,
difícilmente solubles en tanto no se asiente la época.
Pareciera
más correcto hablar, en época agrícola, de estamentos sociales. Pareciera más
correcto hablar, en época industrial, de clases sociales. No definimos que
pareciera más correcto hablar en época futura de tecnología avanzada.
Por
lo mismo, lo que pareciera correcto entonces, en tanto no cambiemos de época,
es hablar de burguesía, obreros, nobles... y no podemos hablar de "clases
marginales", que no fueron determinantes ni en época agrícola ni en época
industrial, pero no sabemos si lo serán en época tecnológica avanzada. Para
saber qué es lo que se oculta[28] en ese pareciera, hacemos epojé y luego una
Reducción
eidética sobre los "marginales":
Se
adhiere a la representación del marginado y se suspende secuencialmente en su
res extensa, en su res material, en su res final y en su res agente,
desadhieriendo sucesivamente a la representación visual, olfativa, cenestésico
táctil y auditiva. Surgen la angustia y el enfado. Pero esta angustia y este
enfado, es lo que falta a conciencia para ponerlo en relación con la finitud.
El marginado se de-vela a sí mismo su finitud cuando se angustia y se enfada. Y
en ese sentido, en tanto angustiado y enfadado, se humaniza.
Reducción
trascendental sobre el marginado:
En
un registro de angustia y enfado, se suspende todo tipo de representación, incluida
la sensación cenestésica del observar (acto y objeto). Surge la calma y la
ligereza en el hacer social. Facilidad de la acción en el mundo. Es la esencia
proyectada más allá del "yo" y de su finitud, hacia el mundo cuya
temporalidad es más extensa que la suya, en cuanto que estará cuando él ya no
esté. En ese sentido, humaniza al mundo.
Aparece
entonces la clase social del "marginado", con evidencia para la
propia conciencia de su relación con la sociedad, en el sentido de exclusión
pero también en el sentido de su posibilidad como factor de transformación
social.
Y
como síntesis de todo ésto, en una sociedad futura, en la que está incluido el
marginado, aparece la utopía.
Ahora
toca expresar todo esto haciendo una descripción desde el punto de vista de la
temporalidad, que es la descripción fenomenológica del concepto "clases
sociales", a la luz de lo descubierto.
Las
clases sociales nacen en el siglo XVIII como concepto, desde Marx, que examina
la relación entre capital y trabajo y define la clase burguesa y la clase
obrera. De forma tácita aparecen los marginados como "parias de la
tierra" a los que hay que poner en pié como "indómita legión".
Pero no manifiesta en los análisis, en el cual se define al excluido como
obrero en contraposición del capital, del burgués.
Se
proyecta hacia el pasado anterior al siglo XVII ese concepto, y aparece la
clase aristocrática como evidencia de capital y la plebe como evidencia del
trabajo y del marginado. Estos serán los que hagan el trabajo resolutivo, por
la pequeñez de los ejércitos de la nobleza.
Se
observa en el momento presente, y se incluye a los sin trabajo y sin capital,
los marginales "sin oficio ni beneficio", como clase también
revolucionaria.
Escapa
al interés del análisis ver las clases sociales en un futuro en el que todavía
no se está (época tecnológica avanzada), pero hacia el que se va. Para que esa
sociedad sea "utópica", en el sentido de nivelación o extinción de
clases con mismos derechos y mismas obligaciones, incluirá a los marginados.
Con
referencia al marxismo clásico:
Una
visión no ingenua de las clases sociales en dirección revolucionaria, implica
la inclusión de los marginados (no ya como obreros, sino como no-obreros ó
no-productivos) como clase social revolucionaria e implica revisar y ampliar la
relación factores de producción (capital y trabajo) del cual surgen las clases,
a factores de producción y factores no productivos (excluidos de la relación
capital-trabajo), quedando transformado el concepto. Devela, entonces, lo que
estaba oculto: Que en las luchas entre nobles y burgueses, los marginados sí
tuvieron un papel determinante, como en la toma de la bastilla, por ejemplo. El
concepto queda fijado así.
De
aquí se extraen numerosas consecuencias. Por ejemplo, explica que la acampada
del 15-M tuviera la potencia que tuvo, porque también fue percibido no como
simple lucha de obreros y estudiantes por sus particulares derechos; sino como
una lucha solidaria que incluía también a los marginados, acogidos durante esa
acampada. De ahí la secreta simpatía que inspiró, a diferencia de otras luchas
"de clase" con las cuales no necesariamente la gente se identifica.
Plantea en éste momento la posibilidad de recuperar dicha acampada, para la
inclusión de esos sectores, si es que nos estu-viéramos
alejando de ellos. Rescata lo que tiene de valor en las casas ocupadas, como es
el ocuparse de familias desahuciadas. Pone también en valor la solidaridad que
se ejerce en el apoyo de los desahucios por hipotecas; y nos ayuda a diseñar
acciones revolucionarias que contemplen la inclusión de dicho colectivo.
SÍNTESIS
FINAL
Hemos
partido de la creencia de que en el examen de la subjetividad es posible
encontrar las respuestas tanto del mundo de la subjetividad como en el mundo de
la objetividad. Como hipótesis de trabajo, hemos sostenido que el método
fenomenológico da cuenta de esa subjetividad. Para ello, hemos examinado dicho
método con un enfoque eminentemente práctico y no teórico y hemos mostrado con
un ejemplo cómo dicho método hace esto posible. Pero no podemos dejar de notar
que, detrás de este método, hay una espiritualidad… una metafísica que nos dice
que “del no-tiempo, del no-espacio”, hay un “algo” que no es la nada… que es el
fundamento último de la memoria, que es el fundamento último de la percepción y
que se devela forzosamente como fundamento último de la representación. Hemos
invertido los términos aquí… resulta que la fuente de todo conocimiento humano,
se nos ha vuelto trascendente, en el sentido más amplio de la palabra. La única
espiritualidad que conozco que hace esa unión de manera manifiesta en sus
trabajos y escritos, es la que Silo nos ha enseñado a lo largo de su vida, por
lo cual nunca le estaré lo suficientemente agradecido.[29]
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