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NOCIONES BÁSICAS
La Conciencia en la Fenomenología
La
fenomenología como ciencia estudia la relación que hay entre los hechos
(fenómenos) y el ámbito en que se hace presente esta realidad (siquismo, la
conciencia)[1].
La
conciencia es intencional[2],
la conciencia se mueve en tres tiempos (imaginación, sensación y memoria como
futuro, presente y pasado). Los tiempos de conciencia se dan indisolublemente
en estructura primando siempre el "ir hacia", la intención. En la
conciencia, a diferencia del tiempo público que va desde el pasado hacia el
futuro, puede estar en el pasado "recordando" algo mientras
experimenta la sensación que le produce ese recuerdo. Recuerdo que no se
presenta pasivamente sino que es evocado por una necesidad de futuro
(intencionado).
El
primado del futuro coloca a la conciencia frente al problema de la muerte
(finitud), de tal manera que no hay acto en ella que en última instancia no
esté relacionado[3].
La
conciencia trabaja en estructura con el mundo[4],
por lo cual hablar de un fenómeno es indisoluble de hablar de la conciencia y a
la inversa; para hablar de la conciencia siempre tendremos que hacerlo con un
fenómeno.
Entendemos
por descripción fenomenológica a toda descripción que se haga de la conciencia
referida a un fenómeno desde el punto de vista de la temporalidad.
Entendemos
por reducción fenomenológica a la intención que pone conciencia en todo acto,
en todo fenómeno. De ahí que en toda descripción fenomenológica[5a].[5b] lleve implícita en su desarrollo su correspondiente reducción fenomenológica. Y
a su vez, no es posible hacer una reducción fenomenológica sin su
correspondiente descripción fenomenológica.
La
intención que pone conciencia en un acto, también se llama esencia[6] y es el objeto de la reducción fenomenológica.
Solipsismo
y Fenomenología
Una
de las acusaciones que se le hacen a la Fenomenología es su presunta
incapacidad de llegar al "objeto en sí", en cuanto independiente de
la Conciencia. Autores tan importantes como José Ortega y
Gasset, solamente al final de su vida, concedieron a la
Fenomenología una posibilidad de ruptura con el solipsismo[7].
Este
problema es resuelto por Heidegger[8] apelando a un análisis de la temporalidad. Dirá que el tiempo para la
conciencia que lo experimenta no es una sucesión de instantes "del pasado
al futuro", sino un "ir hacia el futuro" (finitud) que va cobrando
conciencia de su ir. Ejemplificando: Uno va hacia su muerte, y en este ir va
"siendo", de tal manera que lo que es, es "en la muerte".
Una representación de conciencia, en cuanto a su temporalidad, no se entiende
si no es "como acumulación del momento anterior" que va fluyendo en
el tiempo, hasta su final, de momento que ya "es" en su final. En un
momento dado, esa representación "conserva" los elementos añadidos en
el tiempo.
Ahora
bien, por la comprensión de la propia finitud, se cae en cuenta que el
"mundo", en cuanto temporalidad, tiene la misma estructura. Las cosas
no "desaparecen", se conservan en un "ir yendo" hacia su
finitud, de tal manera que solamente son en su finitud.
De
ahí que en su origen, conciencia nace del mundo, está en todo momento en el
mundo y su destino es en el mundo, que como mundo, tiene una temporalidad más
extendida que la conciencia. Pero tienen en común su misma estructura temporal.
Dirá
Heidegger que es la dificultad en asumir la propia finitud, la que impide ver
que el tiempo no es una "sucesión de instantes hasta el infinito". No
es de un pasado hasta el futuro infinito, entonces. Es de un finitismo que, en
su conclusión revela la historicidad intrínseca de todo fenómeno, sea este del
yo-observador, de la representación intencionada ó del objeto "en sí"
en el mundo.
Por
otro lado: Tenemos noticia del objeto del mundo a través de la sensación.
Sensación que estructurada es dada en conciencia como percepción. Puesto que en
conciencia no se puede dar ningún fenómeno que no sea "espacializado",con un color y una extensión (Husserl)[9],
no cabe otra manera de entender cómo conciencia puede atrapar una sensación que
no sea "espacializada en sí". También, cuando dejamos un objeto, y al
cabo de un rato volvemos a tocarlo, se nos revela una "acumulación
temporal", en el sentido de que el objeto como percepción "no
desaparece para conciencia", mantiene su historicidad intrínseca como
objeto.
Sintetizando:
En conciencia y en "el objeto en sí en el mundo", en esencia, todo es
un "ir hacia" (futuro) y un dar "cuenta de algo" (pasado)
que se da en la forma de espacialización (momento presente). Esto plantea una
dificultad de comprensión que se resuelve teniendo copresente el registro de la
propia finitud del que se interroga por la existencia real del mundo, que no se
da a conciencia independientemente del observador,
pero es comprendido por ella en el sentido de "lo que estaba, lo que está
y lo que estará cuando yo no esté". Y es imposible verlo solamente desde
la ingenuidad del "momento presente", en el cual toda representación
siempre es para conciencia "conciencia de algo" y no una mera
"fotografía" despojada de su intencionalidad. De ahí que sea una
ingenuidad tratar de hacer descripciones y reducciones fenomenológicas sin
tener copresentemente, por parte del que las realiza, el registro de su propia
finitud.
Fenomenología
y Nihilismo
Parejamente
a la acusación de solipsismo, a la Fenomenología se le ha acusado de proponer
una actitud nihilista frente a la vida[10].
Apurando esa actitud, llegaríamos a la conclusión de que la vida acaba con la
muerte, y que no tiene sentido (en el sentido de dirección hacia el futuro),
porque dicho futuro es negado por la muerte.
Será
la malagueña María Zambrano en El Sueño Creador quien empiece la discusión con
el nihilismo al notar que el tiempo en conciencia se da en una discontinuidad.
Cuando dormimos, "desconectamos" y luego volvemos a conectar. También
conciencia al ser intencional (acto-objeto), entre objeto y acto hay
discontinuidad. Las percepciones son siempre referidas a sentidos (sean
internos del intracuerpo o externos referidas a la externidad del cuerpo), y se
dan de manera discontinua. Las percepciones, por otro lado son
"abstracciones" que se formalizan en una representación y que,
necesariamente, implican un "detener" el tiempo, haciéndolo discontinuo.
(Husserl, en Lecciones de Fenomenología de
la Conciencia Interna
del Tiempo). A su vez, el tiempo público, tiene su propio "ritmo", en
el sentido de que no ocurren las cosas "en el instante", sino que
tienen un proceso con una duración temporal. Ese ritmo, no es explicable sin
una discontinuidad. Por último, no sería posible actuar sobre el mundo, si las
cosas ya "son" en su finitud, sin una discontinuidad que permitiese
hacer un cambio en los acontecimientos.
Esta
discontinuidad, es atemporal. Y es gracias a ella que la conciencia es
esencialmente abstractiva (en el sentido de que se mueve con imágenes, que
siempre "detienen" la realidad) y que puede moverse y
"mover" al mundo.
Conciencia
no puede dar cuenta de lo atemporal. Puede caer en cuenta de lo atemporal por
cotejo con la temporalidad de otras conciencias y del mundo. Y tampoco se puede
hacer una descripción fenomenológica (siempre desde el punto de vista de la
temporalidad) ni una reducción (pues conciencia no puede poner una intención
fuera del tiempo). El análisis de lo atemporal se reduce entonces a un análisis
de la intersubjetividad y de la mundanidad para la conciencia. Podemos
comprender (a modo de hipótesis) lo temporal y lo atemporal como estructurados
entre sí. Pero no podemos hacer descripción fenomenológica de "lo
atemporal en sí".
Ahora
bien: Podemos describir los cambios en la temporalidad de la conciencia
"arbitrarios" que se producen por la estructura que forma con lo
atemporal. Podemos decir... "perdí el hilo" (siempre con referencia
"al otro"), "no recuerdo qué pasó" (siempre con referencia
"al mundo" , "me dormí". Y podemos
rastrear los cambios de dirección que se dan en conciencia (inspiraciones, de
las que los grandes científicos y místicos nos hablan siempre referidas "al mundo" y "a los otros").
Esta intuición-comprensión lleva a plantear las cosas también de otra manera:
Puesto que el momento presente es síntesis de un futuro que todavía no es
(inexistente) y un pasado que tampoco es (lo pasado fue, ya no es), el
determinismo del momento presente (acompañado de su atemporalidad en forma de
discontinuidad) se revela como "lo que menos es", como lo
irrelevante. Por otro lado, no podemos decir nada de esa atemporalidad, que es
la que "dona" a su vez la temporalidad , el
"ser de la cosa en sí".
Veámoslo
desde otro punto de vista (Ortega y Gasset, fundamentalmente). De entre todos
los actos-objetos posibles, se realiza uno, y solamente uno en cada momento
temporal. Los otros "posibles", son dados dentro de las posibilidades
de su existencia, es decir, como "pasado posible de concretarse en el
futuro", como memoria que de toda la posible, solo una parte se concreta.
Y éste es el fundamento del intencionar. La elección de una posibilidad entre
las posibles (no existentes). Y todo esto, desde una búsqueda hacia su
proyección (posibilidades futuras). Dicho de otra manera: podemos concebir lo
atemporal como todo aquello que no es... Esto es una frase, y no es un
elefante, y no es una casa... etc. (Ortega habla largo y tendido de "lo
que no es" en "Ideas y creencias"). Estamos hablando en rigor
"desde la temporalidad", pero a la manera racio-vitalista.
Y
la realidad es entonces lo que es (el presente) y lo que no es (el pasado en
todas sus combinaciones y el posible futuro, en todas las suyas. Aquello que
"no es presente"). También el "yo-observador", con su
capacidad de elección "materializa" lo posible de la intención,
muestra en su mismisidad cómo lo atemporal no es mera posibilidad, cuando,
emplazado en el presente, es capaz de "moverse" por el futuro
(imaginando) y el pasado (recordando). Atemporalidad que puesta en perspectiva,
se revela como esencia de lo temporal.
Desde estos supuestos, no cabe la actitud nihilista: De la muerte nada se puede decir, puesto que por definición es "la no-existencia". Lo que habría que rastrear entonces, es porqué a esa "no-existencia" se la identifica como la nada, y no como la atemporalidad, origen precisamente de toda temporalidad. Es decir, “como lo inmortal generando la ilusión de lo mortal”[11],
lo temporal).
Sintetizando:
De la muerte nada podemos decir, desde el punto de vista de la temporalidad.
Pero la fe en la trascendencia es posible desde ella, así como la falta de fe.
Las actitudes nihilistas surgen de un encerramiento hacia "el otro" y
hacia "el mundo". Es precisamente la falta de "sentido" la
que se revela en la violencia cotidiana donde el otro es cosificado y el mundo
utilizado en el propio beneficio, precisamente porque son negados, y al ser negados, aparece la copresencia de la muerte no
como algo posibilitario y querido, sino como la cerrazón de todo destino. Cada
uno debe examinar la postura que mejor aclare su existencia, pero acusar a la
fenomenología de nihilismo es, a todas luces, un exceso.
"...Por otra
parte, jamás pregunto a otro por sus particulares creencias y, en todo caso,
aunque defino con claridad mi posición respecto a este punto, proclamo para
todo ser humano la libertad de creer o no creer en Dios y la libertad de creer
o no creer en la inmortalidad" (Silo, declaración de México, 1981)[12]
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